Volver al blog
PersonalReflexiones

Shem

Shem, mi gato

Nunca pensé tener un gato.

Una chica que me pretendía apareció un día fuera de mi casa con uno en brazos. No me preguntó nada. Solo me lo entregó como si ya supiera que no iba a negarme. En ese momento entendí que tenía dos problemas: cómo rechazarla sutilmente… y cómo explicarle a mi familia que ahora había un nuevo integrante en la casa.

Shem mirando a la cámara
Shem durmiendo plácidamente

Mi abuela no soporta a los gatos. Mejor dicho, los detesta. Pero Shem no es un gato común, y ella lo notó. En menos de un mes ya dormía en su sillón favorito. Eso, en mi familia, es un privilegio que ni los humanos tenemos.

Además, ya teníamos a Jordán, un perro pequeño, dramático y celoso. Nadie sabía cómo íbamos a manejar la situación. Pero lo defendí. Me encerré con él en mi cuarto como si estuviera ocultando algo prohibido. Mi mamá, que ha rescatado más animales que un albergue, me apoyó de inmediato. Supo que Shem no era uno más.

Los primeros días, Shem solo quería estar en un rincón. No conocía a nadie. No se movía mucho. Yo simplemente me sentaba cerca, a su lado, sin hacer nada. A veces pasaba el día entero así, hasta quedarme dormido de cansancio en la noche. Pensé: ¿qué haría un gato en este momento? Y sentí que lo mejor que podía hacer era eso: compartir el espacio, demostrarle que nada malo iba a pasar. Así pasó la primera semana. Y en la siguiente, él fue quien se acercó. Me pedía caricias. Y yo le correspondía. Pero también aprendí a respetar su espacio. Esa fue la base de todo.

Shem acurrucado conmigo
Retrato de Shem

Con el tiempo nos acostumbramos. Tenemos una relación de amor-odio bien marcada: en las mañanas nos despertamos molestos, y en las noches no nos separamos. Él me muerde los pies cuando intento salir temprano de la cama, y yo lo abrazo en contra de su voluntad hasta que me duermo. Entonces, él se escapa con dignidad a su rincón. Porque sí, dormimos juntos. Y sí, es el gato más limpio del mundo. Todos en mi familia somos enfermos de la limpieza, él incluido.

Shem no es una mascota. Es mi único amigo.

Cuando estoy mal, viene. Cuando digo su nombre, maúlla para que sepa dónde está. No puede hablar, pero nunca lo vi como una desventaja. Nos entendemos. Yo sé cuándo me mira porque quiere comida o porque quiere que lo deje en paz. Sé cuándo una visita le incomoda, o cuándo a mí alguien me cae mal —porque me doy cuenta de su mirada juzgona hacia esa persona.

Shem jugando
Shem mirando por la ventana
Shem curioso

Y cuando Jordán me muerde jugando demasiado fuerte, Shem viene a pegarle. En serio. Es territorial, leal, intenso. Me preocupa que esté tan humanizado… pero también me encanta. Porque no tengo que explicarle nada. Cualquiera que lo conozca dice lo mismo: "ese gato entiende todo".

Ah, cierto. Shem. El nombre también tiene historia.

Estaba armando sonidos en mi cabeza, porque siento que los nombres deben ser únicos. Con su propio peso, con su propio origen. Y de pronto mi cerebro dijo: Shh-em. Lo junté: Shem. Me sonó perfecto. Le pregunté a Google si existía y resulta que en hebreo significa nombre.

Me dio un escalofrío.

Era una coincidencia demasiado buena como para ignorarla. Se lo dejé. Además, suena bien, es fácil de recordar, y —no sé por qué— encaja conmigo. Como si fuéramos un dúo con sentido.

Ahora no estoy con él. Vive con mi madre, y yo estoy en otra ciudad. Pronto, en otro país. Saber que no lo veré por mucho tiempo me parte. No diré que es mi mejor amigo porque eso implicaría que hay más. Y no los hay. Shem es único. Una carta 1 of 1. Edición limitada.

Antes de irme, le prometí algo. Que lograría mis metas. Que lo llevaría conmigo, de alguna forma. Que cuando todo esto tenga sentido, lo llevaré a un spa felino y viviremos como merecemos. O sea, podremos dormir todo el día sin preocupaciones. Como él ya lo hace. Solo que yo todavía necesito sumarme a su plan.

No sé si Shem me creyó. Pero me maulló.

Y eso, viniendo de él, es un "sí". Lo sé porque gracias a mi atención al detalle innata, detecto las distintas tonalidades de su respuesta. Y si no le hago caso, me aplica la ley del hielo. Así que sí, me tiene bien amaestrado.

Categoría:Personal

Sobre el autor

Santiago Anticona

Santiago Anticona

Fundador de Lautie y Argo Intelligence

Escribo porque me hace feliz, y si alguien más se identifica, mejor. Es suficiente con eso.