Lancé Lautie sin saber si alguien lo iba a ver.
Lo hice apurado. No por estrategia, sino por necesidad. Necesitaba sentir que no estaba solo armando esto en mi cabeza. No era un gran equipo. No había un plan maestro. Solo era una base de conocimiento que Renato me logró realizar en su tiempo libre —porque creyó en lo que estábamos intentando hacer, aunque no hubiera nada armado.
Y un día, alguien respondió.
"Excelente opción, muchas gracias 👥 es una ayuda y Dios 🙏 te premiará."
No era una encuesta. No era feedback. Era una persona real, que lo usó, y a la que —de alguna forma— le sirvió.
Ese día cambió algo en mí. Las luces se sentían distintas. La comida sabía distinto. Ese día no practiqué sonreír frente al espejo. Sonreí sin practicar. Y en vez de meterme a jugar con mis amigos en Discord, me puse a buscar convocatorias. A escribir aplicaciones. A pensar que quizás sí tenía sentido todo esto.
La mañana siguiente, caminé distinto. No por ego, sino porque por primera vez sentí que tenía algo que cuidar. Algo que alguien allá afuera —sin conocerme, sin deberme nada— ya había sentido como una ayuda.
No sé qué fue de ella. No sé si volvió a usarlo, si lo recomendó, si se acordará siquiera de haberlo escrito. Pero yo sí me acuerdo. Y lo voy a seguir recordando.
Porque ese mensaje no validó mi idea. Validó que incluso lo más pequeño, hecho con urgencia y con miedo, puede tocar a alguien. Y a veces, eso basta para no detenerte.
Me considero agnóstico.
Pero como alguien que respeta profundamente las creencias de los demás, te devuelvo esa bendición —como lo hice en el correo de respuesta. Gracias, Geraldine. Dios ya me premió. Fue con tu mensaje.
