Este blog no nació por impulso.
Nació porque había cosas que pensaba y no sabía cómo procesar del todo. Porque necesitaba un lugar donde dejar ideas que no me animaba a decir en voz alta. Y, aunque quizás nunca se los haya dicho así, fueron dos personas quienes me empujaron a dar ese primer paso: Renato y Mafe.
A Renato lo admiro profundamente. Tiene una forma de pensar que no es común. No solo por las ideas que tiene, sino por cómo las construye. Va más allá de lo evidente, conecta con una lógica que no apura ni simplifica nada. Observa, piensa, y desde ese proceso tan personal, genera una claridad que no busca convencer, pero igual te transforma. Estar cerca de él me enseñó que pensar distinto no es algo que deba corregirse, y que la profundidad también puede ser silenciosa.
Mafe, en cambio, me marcó desde otra dirección. Tiene una manera de leer lo que pasa que no necesita explicarse para sentirse. Capta, respeta, acompaña. Su presencia no exige, pero sostiene. Y su forma de procesar lo que vive y luego compartirlo, sin adornos ni excesos, me pareció profundamente humana. Su pensamiento es pausado, considerado, y eso —en un mundo de velocidad— me impactó.
Este texto es, sobre todo, un gesto de agradecimiento y admiración hacia la gran capacidad intelectual que ambos poseen. Más allá del vínculo que tenga hoy con cada uno, esto no es por amistad ni por nostalgia. Es por el impacto real que tuvieron en mí en un momento específico. Porque, sin proponérselo, me exteriorizaron su forma de pensar. Me mostraron que había otros caminos posibles para mirar, para razonar, para sostener una idea. Y eso, sin duda, abrió un espacio en mí que antes no existía.
Y por eso escribo. Porque algo en ellos me hizo sentir que también podía empezar a hacerlo.
Tal vez nunca sepan del todo cuánto me marcaron. Pero si algún día se cruzan con este texto, solo espero que se reconozcan en él. Porque este blog también es una forma de decirles: yo sí lo noté.
